La andanada de disparos retumba como eco en la cabeza de Bruce. El hombre de cabeza rapada y aguileña nariz abre sus ojos con lentitud mientras trata de establecer si lo que ha escuchado es real o solamente hace parte de su sueño. Todo está en silencio. El único sonido en la habitación seiscientos veinticinco del Hotel New Yorker en la octava avenida, es el tic tac del reloj de pulsera que reposa en la cama cerca de él.

Espera por unos segundos y todo sigue igual. Permanece acostado sobre su pecho y trata de conciliar el sueño nuevamente. Se siente muy cansado. Las últimas veinticuatro horas han excedido por mucho su capacidad y lo que único que anhela por ahora es descansar y recuperar su ánimo.

Cierra sus ojos pensando como las cosas se precipitaron en las últimas horas, desencadenando con inusitada rapidez los sucesos que terminarían con la vida de una persona inocente.

De repente una segunda ráfaga de disparos, esta vez con claridad, se escuchan dentro del edificio del elegante hotel. Bruce se levanta bruscamente de la cama y toma el viejo Smith and Wesson niquelado de la repisa a un lado de la cama.

Con sigilo alcanza la puerta de la habitación y por la mirilla intenta averiguar de dónde proviene el ruido de las descargas. Piensa en la posibilidad de que podrían ser ellos. Si en verdad están allí por él, se pregunta cómo pudieron encontrarlo.

Al no lograr ver nada por el pequeño visor, abre algunos centímetros la puerta y lanza una rápida mirada a lo largo del pasillo del sexto piso del hotel. No hay nadie allí. Por lo menos todo se ve en calma, en lo que alcanza a cubrir su ángulo visual.

De repente, el corto cañón de una ametralladora se ve asomar en una de las esquinas del pasillo. Son ellos. Están en el hotel. Bruce cierra la puerta y avanza presuroso hasta uno de los roperos cerca de la mesa de noche. Con movimientos rápidos y precisos, extrae una maleta de cuero negra y la coloca sobre la cama. Corre el cierre por completo y levanta la tapa superior de la valija dejando expuesta una enorme y sofisticada arma de largo alcance.

Una nueva serie de disparos se escucha ahora más cerca. Rápidamente se da a la tarea de ensamblar todas las piezas del rifle y en pocos segundos incrusta la mira telescópica en su parte superior. Coloca suficiente munición y regresa a la puerta principal para observar nuevamente a través de la mirilla.

Con algo de distorsión alcanza a divisar el cuerpo enorme de un sujeto quien porta una ametralladora y se acerca sigilosamente a la puerta contigua a su habitación. Al lado opuesto un par de hombres se hacen señas entre sí, señalando la puerta de su cuarto y otra más localizada casi al frente suyo.

La ráfaga de disparos es más fuerte en tanto los gritos de una mujer son bruscamente silenciados en la habitación de al lado. Bruce se acuesta sobre el piso con el fusil entre sus brazos y el revólver muy cerca de su mano diestra. Solo espera que los intrusos hagan su violenta aparición. Ajusta un poco la mirilla del fusil y se prepara para disparar tan pronto como su objetivo se presente. Solo tendrá una oportunidad cada vez para dar en el objetivo. No puede fallar pues de ello depende su vida.

Toma una fuerte bocanada de aire al tiempo que coloca su dedo índice sobre el gatillo pensando en que desearía haberle dicho algo tierno a Johanna cuando se despidieron horas atrás en Times Square.