FÚTBOL: PASIÓN Y MUERTE

El fútbol, el rey de los deportes, el juego que sin lugar a dudas despierta más pasiones en el mundo, y que, en su justa máxima, la final de la Copa mundo, congrega la mayor audiencia en el planeta; se ha convertido desde hace varios años, en uno de los mayores generadores de violencia, ocasionada desafortunadamente por las denominadas barras bravas.

Ataviados con vestimentas pletóricas de los colores del equipo de sus amores, los furibundos integrantes de estos grupos beligerantes, se presentan a los estadios con pancartas, banderas, letreros e instrumentos musicales, con los que acompañan sus cánticos durante los partidos. Pareciera que un sentido de pertenencia más allá de lo normal, invadiera los sentidos de estos aficionados, llevándolos a un estado de paroxismo total.

Algunos fieles seguidores de importantes equipos de futbol, han resuelto dar un paso al costado y no considerar más el asistir a los estadios, dado que se ha perdido el norte, y lo que otrora fuera una competencia sana y dirigida al esparcimiento familiar, se ha convertido de repente en una bomba de tiempo donde cualquier cosa puede suceder.

¿Pero cuándo y por qué se dio este cambio en el deporte rey?, ¿Qué hace que se genere y se desarrolle un marco de violencia tan inefable, alrededor de este deporte que ocasiona más de ochenta muertes cada año en el mundo? El origen de las barras bravas, se inicia precisamente en uno de los países donde se respira el fútbol en toda su magnitud: Brasil. Las torcidas, como son conocidos estos grupos en el país de los pentacampeones mundiales, comenzaron a crearse mientras el mundo vivía el azote de la segunda guerra mundial. Croacia, fue uno de los primeros países europeos que copió la modalidad suramericana y hacia 1950 se creó en el viejo continente la primera barra brava.

Allí se esparció por Italia, Inglaterra y el resto de Europa, donde hoy día son ampliamente reconocidos y denominados como Hooligans o Ultras, dependiendo de su país de origen. Por su parte, en el cono sur, durante los primeros años de la década de los sesenta, las barras fuertes empezaron a formarse en Argentina, y algunos años más tarde dejaron sentir con fuerza su presencia en los estadios de Chile, Bolivia y Paraguay.

Como era de esperarse, el uso del alcohol, la marihuana y las anfetaminas, son relacionados directamente con el comportamiento de los integrantes de las barras bravas. También, a estos grupos se les atribuye una gran cuota de vandalismo y atracos después de finalizados los partidos de sus equipos, más aún si el resultado en el marcador ha sido adverso. Sin embargo, entendidos en el tema, relacionan también la marginalidad urbana como uno de los factores que inciden en la creación de las barras bravas o que influyen para la adherencia de nuevos elementos a sus filas.

En la actualidad, este fenómeno se ha extendido a los principales escenarios deportivos del mundo, logrando popularidad paulatinamente, donde sus principales objetivos parecieran ser la exacerbación de la fuerza, la búsqueda continua del reconocimiento y la disposición para demostrar poder mediante la confrontación. Estos son algunos de los equipos de fútbol, tristemente célebres en el mundo por tener entre sus simpatizantes a las temibles barras bravas: Galatasaray de Turquía, West Ham de Inglaterra, Napoli de Italia, Boca Juniors de Argentina, Atlético Nacional de Colombia, Estrella Roja de Serbia, Real Madrid de España, River Plate de Argentina, Lazio de Italia, SC Al Masry de Egipto y Leeds United de Inglaterra.

En Colombia, la primera barra brava del país se denominó Los Saltarines, del equipo Independiente Santa Fe, actualmente conocida como La Guardia Albi-Roja. Otras barras de renombre son: Los Comandos Azules de Millonarios, El Frente Rojiblanco Sur del Junior de Barranquilla, El barón Rojo Sur del América de Cali y Los Del Sur de Atlético Nacional. Ante la violencia desatada por las barras bravas, dentro y fuera de los estadios, varios organismos de control como la Conmebol en Suramérica, han tratado sin mucho éxito de establecer reglas para detener este flagelo. Múltiples equipos han sido sancionados gracias a los actos vandálicos y criminales de sus hinchas, sin embargo, esto no ha detenido a los energúmenos que parecen tomar más fuerza con el paso del tiempo.

Una parte de la opinión pública, coincide en que estos grupos solo hacen parte del espectáculo y se resisten a creer a que los líderes de dichas barras bravas sean personas que tienen el favor de poderosos dirigentes al interior de los clubes para el manejo del mercado negro de la boletería, o bien, a que estos cabecillas son los encargados del manejo del microtráfico de droga en los estadios.

La verdad es que se hacen necesarios controles más estrictos, en aras de lograr la paz y la convivencia entre los hinchas de los diferentes equipos. Se debe aceptar la competencia como una rivalidad sana y pacífica. No se puede seguir tiñendo de sangre, ni el deporte ni los estadios. El deporte rey demanda que los violentos cesen sus hostilidades y comprendan que se trata solo de un juego, para que podamos todos así, disfrutar plácidamente del mejor espectáculo del mundo.

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