El pasado miércoles 2 de diciembre un tiroteo en la ciudad de San Bernardino, 100 kilómetros al este de Los Ángeles, en California, se sumó a la fatal estadística de masacres que con preocupación se están saliendo de control, no solo en suelo estadounidense sino, además, en otros países desarrollados.
Algunas fuentes reseñan 530 muertes violentas en los estados de la unión americana entre el 20 de agosto de 1982 y el 2 de diciembre de 2015, como producto de los tiroteos que han sucedido principalmente en escuelas, iglesias, universidades, edificios gubernamentales y restaurantes. Los de más trascendencia, dada la cantidad de decesos, se presentaron en Virginia, Connecticut, Texas y California.
El 16 de abril de 2007, un hombre asiático de 23 años irrumpió en el campus de una escuela en Blacksburg, Virginia, con dos armas semiautomáticas, ultimó a balazos a 33 personas y dejó heridas a 23 más, antes de quitarse la vida. El 14 de diciembre de 2012, un hombre blanco mató a su madre en el hogar que compartía con ella en Newtown, Connecticut, y luego ingresó a la escuela primaria donde la desafortunada mujer estuvo trabajando y abrió fuego con dos pistolas y un rifle de asalto contra varias personas, dejando un saldo de 28 muertos, 20 de ellos niños. Luego se suicidó.
En octubre de 1991, un hombre blanco de 35 años, ingresó con su camioneta al interior de un restaurante en Killeen, Texas, y les disparó a 44 personas, logrando acabar con 24 de ellas. Al igual que los anteriores asesinos, el pistolero se quitó la vida después de la masacre. En San Ysidro, California, en julio de 1984, otro hombre blanco entró a un restaurante de McDonalds con una pistola y un rifle, y acabó con la vida de 22 personas que se hallaban en el lugar. Un oficial de Policía logró dar de baja al sujeto.
Las estadísticas acerca de las masacres en el orbe, indican que desde mediados de la década del sesenta hasta el presente, hubo más de 100 tiroteos en Estados Unidos, lo que lo convierte claramente en el país más azotado por este tipo de violencia, que involucra armas de fuego para su ejecución. No obstante, aunque su población representa apenas el 5 por ciento de habitantes en el planeta, los ataques al interior del país equivalen a más del 30 por ciento del total de masacres contra objetivos no militares en el mundo.
Según un estudio realizado por el profesor adjunto de Justicia Penal de la Universidad de Alabama, Alan Lankford, se estima que en la última década este tipo de incidentes se han triplicado. A pesar de que muchos entendidos culpan a las enfermedades mentales como uno de las causas principales de las masacres, no se puede ignorar que otro aspecto a considerar es la facilidad con que son adquiridas las armas a lo largo y ancho de los Estados Unidos.
Se admite que en el país del “tío Sam” hay en circulación de cerca de 300 millones de armas de fuego; cifra excesivamente alta si se compara con la población estadounidense, cuya cifra es de cerca de 320 millones de habitantes. El punto es alarmante, ya que conlleva a reflexionar qué peligro puede representar el que haya un arma por persona, o peor aún, que todos estén armados.
Muchos defensores a portar armas, se amparan en la Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, redactada por James Madison y Alexander Hamilton, en septiembre de 1791, y en donde quedó consignado que: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada, para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no será vulnerado”. No obstante hay que examinar los factores de fondo que evidencian que este no es el único motivo por el que el pueblo americano quiere estar armado.
Según algunos, a raíz del miedo y del pánico que causan estas masacres, el pueblo se ve en la necesidad de proveerse de armas para proteger a sus familias, oportunidad inmejorable para los fabricantes de armamento, quienes ven aumentar sus arcas de manera dramática, gracias al caos que genera la violencia.
La Asociación Nacional del Rifle, defensora oportuna de la Segunda Enmienda, y protector inconfundible de los fabricantes de armas, ve sin indiferencia cómo este rubro forja 10 mil millones de dólares anuales a la industria armamentística del país del norte, un negocio sin duda lucrativo y en constante crecimiento.
La influencia de la Asociación Nacional del Rifle ha tocado las puertas de la política y ello ha redundado consecuentemente en los 300 millones de armas en manos privadas, y consecuentemente en los al menos 30 mil muertos por año por armas de fuego. Se dice que hoy en día es la organización que más dinero invierte en las campañas políticas y quizá la de más influencia en el Congreso americano.
En Colombia, el panorama a pesar de ser un tanto diferente no deja de ser preocupante. Las cifras calculadas por los expertos, difieren ostensiblemente entre unos y otros, y en la actualidad es imposible determinar cuántas armas circulan en el país. Algunos apuntan que en Colombia uno de cada 80 colombianos porta un arma legal con salvoconducto, esto es, cerca de 560 mil armas en circulación lícita en el país, mientras que otros aseguran que el número real es tres veces mayor, infiriendo que una de cada 27 personas posee uno de estos elementos.
El aspecto de más relevancia tiene que ver con la cantidad de armamento que circula de manera ilícita al interior del país. Los expertos coinciden en que el número, a pesar de los programas de desarme del Gobierno Nacional y de las amnistías a grupos terroristas y bandas criminales, es escandalosamente alto y se sitúa en alrededor de 3 millones de armas.
Solo resta esperar si el proceso de paz que se adelanta en La Habana, ayuda a un desarme real de los grupos subversivos y se pueda por fin tener control sobre todo el armamento que, al parecer, solo endilga desgracia a la humanidad.
En un mundo ideal, y con un marco serio de confianza, podríamos esperar de parte de los sujetos al margen de la ley, un compromiso de buena voluntad para que entreguen todas las armas y se finiquite este conflicto que tiene más de medio siglo.
Cabe anotar las palabras del célebre escritor italiano, Giovanni Papini, quien murió a mediados del siglo XX y que manifestó: “Las armas son instrumentos para matar y los gobiernos permiten que la gente las fabrique y la compre, sabiendo perfectamente que un revólver no puede usarse en modo alguno más que para matar a alguien”.
“Las armas son instrumentos para matar y los gobiernos permiten que la gente las fabrique y la compre, sabiendo perfectamente que un revólver no puede usarse en modo alguno más que para matar a alguien”.